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domingo, 3 de enero de 2010

Copenhague

Fuente: Diario Estrategia - Profesor Javier Fuenzalida - Universidad Finis Terrae
Se ha llegado a un convencimiento mediático de que el calentamiento global es antropogénico (causado por el hombre). La Comisión de las Naciones Unidas (IPPC), elaboró seis escenarios probables y, dependiendo de la información con que se alimentaron los modelos, a fines del siglo la temperatura del mundo se elevaría entre 1,1 y 6,4 grados. Este último escenario catastrófico fue el que Al Gore dio como cierto para hacer su película ("Una verdad incómoda") parodiando la ficción de Orson Wells de 1938 ("La Guerra de los Mundos") que causara un histérico pánico colectivo. Gore sometió su sesgada visión a Hollywood obteniendo un Oscar (¿Tiene competencia científica esa Academia?) y de paso ganó un Nobel incómodo, tan falso como el de Obama.
Pocos han leído los anexos del citado informe del IPPC. El texto principal es categórico en culpar al hombre. Sin embargo, sus anexos indican que las conclusiones son hipotéticas y probabilísticas, reconociendo: a) que no se ha podido desarrollar un modelo global dado el grado de complejidad del fenómeno y las limitaciones de la actual tecnología informática, b) que la información es precaria, fragmentaria e insuficiente. Con estos antecedentes es temerario desechar las hipótesis de que el calentamiento sería producido por otras variables no humanas (físicas), como también es aventurado echarle la culpa al hombre. Como si no fuera poco, se ha descubierto que científicos de la británica Universidad de East Anglia, activa defensora de la hipótesis antropogénica sustentada por el IPPC, manipularon datos, destruyeron pruebas y conspiraron para que los escépticos no pudieran publicar en revistas científicas las dudas sobre sus propios aportes y que no lo reconocen en público.
Hay, además, un debate ético y otro técnico. ¿Debe el mundo de hoy sacrificar su bienestar para mejorar la calidad de vida de las generaciones futuras que serán más afluentes que la actual? Técnicamente cuál debiera ser, para un período de casi un siglo, la tasa de descuento para calcular el valor presente de los costos en que se incurrirá hoy, y los beneficios futuros que no los gozaríamos nosotros sino nuestros nietos y bisnietos.
Con todo, hay buenas noticias. Los economistas estiman que para que la temperatura no suba en más de dos grados a fines de siglo, suponiendo que las proyecciones de los científicos son confiables y que el calentamiento se produce por la acción humana, dos supuestos arbitrarios, es necesario que el mundo destine el 1% del PIB mundial (US$560.000 millones anuales) a la investigación y desarrollo de nuevos productos y nuevos procesos de producción limpios, bastante menos de lo que se ha gastado para combatir la actual recesión, o menos de lo que se gasta en armamento y guerras. En el caso de Chile su cuota sería US$1.700 millones, suma fácilmente ahorrable cortando gastos públicos inútiles.
Desgraciadamente Copenhague fracasó. No hubo acuerdo sobre cómo reunir los recursos y sobre la inspección a que los países deben someterse.

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