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jueves, 7 de julio de 2011

“Me gustan los estudiantes porque levantan el pecho, cuando les dicen harina sabiéndose que es afrecho”

Juan Pablo Orrego Presidente de Ecosistemas Coordinador Internacional del Consejo de Defensa de la Patagonia. Fuente: http://www.eldivisadero.cl/noticias/?task=show&id=26404
A pesar de que con una mirada superficial podría no parecerlo, los temas candentes de la educación y del desarrollo energético y del modelo de desarrollo imperante en Chile están íntimamente interrelacionados. En efecto el problema de fondo que aqueja a nuestro país es el modelo de sociedad erigido durante las últimas décadas, cristalizado, legalizado e institucionalizado durante la dictadura.
El modelo energético, que junto con el de administración y propiedad de las aguas, son las guindas de la torta de nuestro peculiar sistema ultra neoliberal, se retroalimenta en forma directa con la fase productiva (¿destructiva?) primaria (¿primitiva?), neocolonial, vigente desde la llegada de nuestros ancestros españoles a este territorio. La minería a gran escala, la harina de pescado, la pulpa de celulosa y las astillas de pinos y eucaliptus, siguen constituyendo los pilares insostenibles de la economía chilena… en primer lugar la minería, por supuesto.
Las industrias primarias son las más intensivas en el uso de la energía, del agua, son las más contaminantes y no generan empleo de calidad, ni verdadero desarrollo en términos de evolución social, humana. ¿Cuál es la alternativa? Claramente la fase productiva terciaria. ¿En qué consiste esta utopía plenamente realizable y en diferentes medidas implementada en varios países europeos? En generar inteligencia, intelectual y emocional. En producir servicios de alta calidad en vez de vender materias, primas, commodities, recursos naturales a punta de bulldozers gigantes. Ofrecer servicios de educación, excelentes colegios y universidades que atraigan incluso a extranjeros. Ofrecer servicios de salud, hospitales de excelencia, especialidades médicas de última generación. Servicios bancarios, de comunicaciones… ecoturismo diseminado, a escala humana, como dice Manfred Max Neef. Ofrecer un país limpio, descontaminado, ecológicamente restaurado… hospitalario, inundado de salas de concierto, de música, de exposiciones, pintura, danza, escultura… un país libre de las lacras del lumpen y la delincuencia, que son un producto directo, matemático, inevitable del modelo de sociedad imperante.
¿Cómo es posible que Chile se destaque hoy como un país asolado por los robos, que incluso exporta lanzas y ‘mecheros’ a los países de Europa? ¡Qué vergüenza! En la fase terciaria cae en forma precipitosa la demanda de energía, de agua y la contaminación, se aplaca la bestia del apocalipsis, y recién comienza la evolución social. Nuestro país está muy bien posicionado, está listo para este salto cuántico. El problema es la inercia, la garra que nos tienen puesta encima los poderes fácticos que se alimentan de la fase primaria, depredándolo todo.
Parafraseando la idea fuerza del movimiento Alerta Isla Riesco en relación al tema energético “No es falta de energía, es falta de voluntad”, respecto del modelo de sociedad y de desarrollo que nos impusieron y de la necesidad de un radical cambio, no es que no estemos listos y deseosos, que no tengamos propuestas de sobra, sino que no quieren dejarnos... pero como que el país se está cabreando en serio de que, en términos mayoritarios, no nos dejen progresar como sociedad y como personas. Lo que mejor ejemplifica este encrispamiento hoy, es la revolución que se ha generado en torno al escándalo de la educación discriminatoria y comercial, que le pone el piso al resto de nuestra malhadada sociedad, y que genera desde ahí un verdadero apartheid social, económico y cultural.
Y así llegamos al origen: la clave de la fase terciaria es ¡la educación!, total y absolutamente. Es absolutamente insólito que las cúpulas gubernamentales, políticas y empresariales en Chile, en los albores del siglo XXI no quieran entender esto, que sigan haciendo oídos sordos al clamor de los estudiantes, o que no quieran ‘prestar la oreja’ como una torpe herramienta de negociación. ¿Cómo es posible que no se haga ¡ya! todo lo social y humanamente posible para que todos los chilenos y chilenas tengan una educación gratuita de la más alta calidad? Los medios existen: aumentar impuestos a la extrema riqueza, re-direccionar los excedentes del cobre, y etc. etc. No es falta de recursos, no es falta de propuestas, hasta los jóvenes estudiantes las tienen, es una estúpida falta de voluntad que busca mantener un status quo que está destrozando nuestro país. La aprobación del gobierno cae al 35%. Record en décadas. Si no quieren escuchar y actuar el país va a terminar haciéndoles brotar la voluntad a punta de patadas. Un escenario que ciertamente no le conviene a nadie. Para terminar en una nota alta, decimos junto con Violeta Parra: “Me gustan los estudiantes porque levantan el pecho, cuando les dicen harina sabiéndose que es afrecho”.

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